martes, 20 de noviembre de 2012

Mente en blanco

Hay veces en las que a una no se le ocurre nada que sea digno de escribirse, o de juntar letras, como yo suelo decir. Pero, la misma una, siente la necesidad imperiosa de hacerlo y, aún así, con la mente tan blanca como la pantalla que tiene ante sí, se sienta frente al ordenador y comienza a pulsar el teclado. Nada. Se levanta, da una vuelta por la casa. Va a la cocina a tomarse un buen vaso de agua fresca, para ver si le llega a la cabeza y le despierta las ideas. Nada. Enciende la tele un momento, escucha la radio unos minutos. Una con imágenes y la otra sin ellas, cuentan prácticamente lo mismo. Tampoco le ayudan en nada. Bien al contrario, lo que hacen es invitar al olvido de todo lo que se ha oído y visto. No abundan temas atractivos que incentiven ideas. Sólo son reiterativos y obsesivos hasta la saciedad. 

Vuelvo al ordenador y, en el camino, aprovecho para asomarme al balcón y echar una ojeada al panorama de casi siempre. El cielo, encapotado y anunciando agua en cualquier momento. Las casas, sin variaciones. Fachadas antiguas, pocas, y más recientes, la mayoría. Detrás de todas se encierra la existencia y costumbres domésticas de los vecinos de toda la vida y de los de hace poco. En la calle, la cinta inmóvil de vehículos aparcados y el ir y venir de los que van de paso. La normalidad de la rutina cotidiana. Regreso a mi rincón y vuelvo a intentarlo. Nada. 

Está claro que cuando la cabeza y el corazón - el estado de ánimo, en definitiva - no están por la labor, nada ni nadie los estimula. Temas hay, de sobra, para adentrarse en ellos. Recuerdos, también. Imágenes, a partir de las que animarse - o deprimirse -, muchísimas. Me temo que lo que no hay, en esta ocasión, es deseo de hacerlo. Llegados a este punto, las pocas veces en que esto me ocurre, me llevan a preguntarme qué es lo que hacen, para superar un momento de éstos, los que viven de la escritura. O, a lo mejor, a ellos no les pasa porque tienen recursos, - que yo no tengo -, para salir del atolladero. Dicen que la necesidad agudiza el ingenio y el que tiene como oficio o profesión el arte de escribir, no puede permitirse veleidades como la que hoy me pasa a mí. 

Llegados a este punto, pues, me tranquiliza el que yo no tengo la obligación de juntar letras, que sólo lo hago por pura afición, por puro tirón genético, y que ambos pueden esperar a que las ganas lleguen o a que aparezca el tema que les espabile. De momento, sólo surge contarles lo inútil del intento y, por ahora, ya es bastante...

4 comentarios:

  1. Muy bien contado el síndrome de la hoja en blanco.

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    1. Gracias, guapa. No sé por qué intuyo que a ti no te pasa... Besitos.

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  2. Respuestas
    1. Efectivamente, Lolina, a lo bobo, a lo tonto y a fuerza de querer ser sincera, sobre todo, conmigo misma... Gracias por tu comentario, y un besito.

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