domingo, 19 de agosto de 2012

Abaníqueme usted, por favor


(Título propuesto por Lolina, a la que agradezco su colaboración)

No sé yo si a todo el mundo le pasa lo que a mí: no soporto el calor excesivo. Me anula y me quita el ánimo para hacer algo. Pierdo las ganas de comer, sólo me apetece beber agua y más agua, y cuanto más fresca, mejor. Sólo deseo estar quieta, no moverme. Ni para leer, escribir o charlar. Mucho menos para abrir Internet y ver qué encuentro en mi correo, en Facebook o en Público, en El País o en el blog de mi sobrina, que me gusta un montón. 

Los expertos niegan que éstos sean tiempos excepcionales, que los datos registrados en las últimas décadas, por los organismos meteorológicos,  no difieren mucho unos de otros. No soy especialista en el tema, pero sí muy aficionada, desde muy joven, a enriquecer y ampliar mi conocimiento empírico sobre él. Cuando las informaciones se limitaban a decir la temperatura y, como mucho, a predecir cómo sería el tiempo al día siguiente, yo solía fijarme, además, en el color del cielo y de las nubes, cuando las había. Si éstas eran grandes y algodonosas o largas y deshilachadas. Si viajaban muy deprisa, porque había un viento fuerte que las impulsaba, o si siempre estaban quietas en el mismo sitio. Si podía pasear con blusa de asillas o, por el contrario, ponerme una de mangas. Asociaba las vacaciones escolares al buen tiempo, entendiendo por éste el cielo muy azul, un sol radiante y templado fuera de la sombra y, dentro de ésta, un fresco muy agradable. Algún verano "sufríamos", como mucho, durante una semana, lo que por aquí llamábamos "tiempo Sur"  y que nos traía un fuerte "olor a Refinería". La familia o los amigos laguneros nos contaban que se sentía calor de verdad en su ciudad y eso confirmaba de dónde venía. 

Muchos años después, casi nada de lo que viví entonces se parece a lo que compruebo hoy. El calor sofocante tanto aparece mediado Mayo o Junio, como en Agosto, Septiembre u Octubre. Unas veces llega cargado de polvo de arena que reseca la nariz, tuesta el pan y deja sin gota de humedad el trapo más empapado. Otras, no paras de sudar porque es bochornoso, pegajoso y no hay prenda o toalla mojados que se sequen hasta que no les dé el sol. Ya no duran sólo una semana. Ahora pueden acompañarnos hasta un mes y más. Las noches llegan a ser infernales, porque la diferencia, con respecto al día, es sólo de dos o tres grados, a lo sumo. El sueño se interrumpe continuamente y el descanso reparador se hace imposible. Las casas, con todo lo que hay en ellas: muebles, ropas, cristales, paredes, papeles... hierven y parecen saunas y, cuando empieza a refrescar en el exterior, porque cambia el tiempo, se nota aún más lo calientes que quedan y lo mucho que tardan en volver a ser habitables. En este verano, las olas de calor africano, que estamos teniendo, se repiten con tanta frecuencia que recuperar las viviendas y recuperarse uno resulta bastante complicado. 

Los medios de comunicación difunden recomendaciones para afrontarlo, pero nunca son suficientes. Si se recurre al aire climatizado, instalarlo es engorroso y caro, y los aparatos portátiles, muy ruidosos para las horas de descanso, además de dañinos para la salud de muchos. Ni los que cuentan con la suerte de una piscina en casa se libran de él, porque no van a estar veinticuatro horas metidos en ella. Andar desnudo tampoco parece lo más apropiado y, si uno se atreviera, tampoco resuelve nada. 

¿Cómo solucionarlo? Pues, para los que puedan (porque no trabajan, tienen el dinero necesario y pocas o ninguna atadura), trasladarse estos meses del año a tierras más frescas. Por ejemplo, el Norte de España, el de Europa o cualquiera de los Polos del planeta. Si responden a este perfil, háganlo. Yo, de momento, no soy de esos privilegiados, por lo que seguiré por aquí, comprobando que, aunque los expertos lo desmientan, yo sigo convencida de que ya nuestros veranos no son lo que eran.

6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. En cualquier caso, amiga Charo, tengo más que comprobado que no hay nada que dé más calor que tener a un montón de gente que te recuerde a cada instante aquello de ¡Ufff, qué calor hace! Yo me quedo calladito a la sombra y procuro no moverme. Además en esos casos repito mi mantra favorito últimamente en vista de como está el país: ¡Ánimo, que ya vendrán tiempos peores!
    Un beso.

    ResponderEliminar
  3. Los titulares que se me ocurrieron ("Joé, qué caló" o "Sudando como un pollo") tal vez no te parezcan políticamente correctos. "Las jugadas del tiempo", soso. Poner un refrán no estaría mal ("En otoño, frío y calor en el estío") pero... ¿Tal vez algo más cercano y familiar como "Los calores llegaron ya"?

    ResponderEliminar
  4. Yo lo titularía "¡Qué sofoco!" o "Abaníqueme usted, por favor", como en la canción. Y con los calores lo mejor es quete quedes quieta viendo una película de esquimales.
    Me gusta mucho también el estilo de este blog tuyo, Charo. Eres muy polifacética.

    ResponderEliminar
  5. Voto por el de Lolina, el de "Abaníqueme usted, por favor". Es el más logrado.

    ResponderEliminar
  6. Queridos amigos y colegas , qué gusto encontrarlos por aquí, acompañándome en el dolor, que diga, en el calor...
    Melchor, completamente de acuerdo contigo. Cuando oigo a los más cercanos quejarse continuamente, les pido que no se repitan, que es peor. Yo procuro concentrarme en alguna tarea ligerita y acompañada de un botellín de agua bien fría. Tu mantra reconforta bastante y lo voy a adoptar.
    Jane, lo que no es políticamente correcto es este clima disparatado que nos está tocando vivir y, del cual, muchos tendrían que responder por todas esas conductas antinaturales: contaminación salvaje de la atmósfera; vertidos asesinos en ríos y mares; talas espantosas de árboles, en ciudades, campos y campiñas... El protocolo de Kioto sigue siendo un paripé que se incumple continuamente y así nos va. En cuanto a tus títulos, todos me parecen muy adecuados, aunque los dos primeros le echan humor a un asunto que no está para reírse, precisamente.
    Lolina, me gusta el de la canción, porque me imagino, por ejemplo, en la corte de Babilonia, disfrutando del suave aire que procede de un abanico gigante, que un apolíneo joven agita para mí... Como ves, de ilusión también se vive. ¡Ah, y gracias, otra vez, por tus amables palabras.
    Por último, decirles a los tres que el único calor que me gusta es el que recibo de personas como ustedes. Gracias por dármelo. Un beso grande, para cada uno.

    ResponderEliminar