viernes, 14 de diciembre de 2012

¿Dónde están?

Hay personas que se cruzaron en nuestras vidas y con las que tuvimos una relación muy especial que, a lo mejor, no duró demasiado. Y no hablo de relaciones sentimentales al uso, sino de las que nacen de la compenetración y del entendimiento entre dos seres humanos, sea cual sea el género al que pertenezcan, la extracción social o el color de la piel. De las que surgen de manera natural y que no se basan en experiencias compartidas, a lo largo de un tiempo, sino de las que brotan de un modo espontáneo y puntual, y sólo duran unas semanas o, a lo sumo, unos pocos meses. Hoy quiero recordar a María, nombre supuesto de una joven con la que coincidí en el lugar en el que me alojé durante casi sesenta días, con motivo de la oposición a unas plazas a las que yo aspiraba, hace ya unas cuantas décadas. 

Era - y espero que siga siendo - tan canaria como yo y de edad similar a la mía. Pertenece a una familia de ringo rango, de estas tierras, que no tengo el gusto - o el disgusto - de conocer y, desde hacía una larga temporada, vivía en aquella residencia en la que yo estuve esporádicamente. Cuando se enteró de que un pequeño grupo de paisanos acababa de llegar a aquella instalación, se puso en contacto con nosotros y una simpatía mutua se estableció de inmediato. Era licenciada en una rama humanística y, aunque no ejercía como profesora, malvivía de su especialidad y de una ayuda económica que recibía de su familia hasta que se enteraron de que estaba embarazada sin casarse. 

Todo esto me lo contó antes de que yo volviera a mi casa. Debí ser merecedora de su confianza y también debí ser el hombro que necesitaba para desahogar la pena que parecía llevar muy adentro. La pena de la lejanía, de la incomprensión familiar, del abandono, de la cobardía y la inmadurez del hombre del que se enamoró... Pero también me transmitió su ilusión por el hijo que esperaba y que pensaba sacar adelante, con o sin ayuda y le pesara a quien le pesara. Me pidió la dirección de mi domicilio y, durante una temporada, mantuvimos una correspondencia puntual: las felicitaciones navideñas y el acontecimiento de la llegada de su niño y el nombre que le puso. Aunque no sé donde lo tengo, aún conservo lo que me envió y recuerdo su letra picuda y personal, con aires de antigua alumna de colegio religioso. 

Quizá sea la proximidad de estas fiestas la que ha hecho que venga a mi memoria y me encantaría volver a saber de ella. Dónde estará ahora, cómo habrá salido adelante, si tiene más hijos, si su familia la aceptó por fin, si ella estuvo de acuerdo, si es feliz a pesar de todo... Un montón de preguntas que reharían el tiempo que quedó atrás, entre otras razones, por la distancia. Una distancia casi insalvable cuando son más de dos mil kilómetros los que separan un lugar de otro y, en aquel entonces, la frecuencia de los vuelos y el coste de los mismos eran un obstáculo para mantener el contacto entre las personas. 

Siempre he tenido la sensación de que cualquier día podríamos encontrarnos de nuevo, aunque también siempre me asalta la duda de si nos reconoceríamos. La vida nos va cambiando en muchos aspectos y el más visible es el físico. Ganamos peso, llegan las arrugas. A lo mejor, dejamos las inevitables canas a la vista. La mirada puede haberse apagado con los avatares vividos. Nuestro andar es más lento, menos vivaracho por razones obvias. Todo esto hace que podamos cruzarnos con alguien, que no vemos desde hace muchísimo tiempo, y perdamos la oportunidad de volver a disfrutar de su compañía y de compartir nuevas confidencias. 

No sólo María ocupa uno de mis recuerdos de breves experiencias vitales con otras personas. También la presencia masculina dejó su huella, mejor o peor, pero huella indeleble, al fin, y que también me gustará recuperar. Asimismo, de mi larga etapa deportiva conservo momentos de corta existencia, pero intensos, protagonizados por intérpretes peculiares. 

Pero estas son otras historias y será en otras ocasiones cuando las cuente. Quizá, en las próximas, quién lo sabe...

4 comentarios:

  1. Pues no te quedes con las ganas, Charo. A localizar a María. Seguro que conociendo sus apellidos no te resulta difícil llegar hasta ella. Por lo menos inténtalo.
    Te echaremos de menos hoy. Besos.

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  2. Gracias, Lolina, por tu consejo. No será fácil dar con ella, si sigue por la Península,y si está en Canarias, no será en Tenerife, precisamente. En cualquier caso, no pierdo la esperanza de encontrarla algún día.
    También yo les echaré en falta, porque tenía la ilusión de unirme al grupo, pero, claro, personalizando el refrán, "Uno propone y los demás disponen"... Ya habrá otra ocasión. Lo importante es que lo hayan pasado muy bien. Besos también para ti.

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  3. Me ha pasado lo mismo con algunas personas, Chari. Hace poco recuperé gracias a este bendito Internet a una de esas amigas a las que creía perdidas y nos pusimos al día en Madrid hace dos semanas cuando fui. Nunca es tarde.

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  4. No creas, Isa, que no lo he intentado. En esa ventanita de FB que nos invita a buscar, he escrito su nombre, con y sin apellidos, unas cuantas veces y siempre me responde 0 encontrados. Es muy posible que no le guste esto de las redes o, sencillamente, que no le llame la atención la Informática. Pero, como le digo a Lolina, no pierdo la esperanza de verla algún día...

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