martes, 4 de septiembre de 2012

Expertos en gastronomía, cocineros o médicos hablan mucho, y bien, de la dieta mediterránea. Será rara la persona que no la conozca o no haya oído o leído nada sobre ella. Sin embargo, aún con características y cualidades muy parecidas, pocos serán los que sepan que también existe una dieta atlántica y, dentro de ésta, la que yo quisiera distinguir como dieta canaria. 

Desde que recuerdo, en mi casa y en las de muchos familiares y allegados, el almuerzo habitual por estas tierras era, y es, comer un plato de potaje de verduras variadas, casi a diario. El calabacín o el bubango, la calabaza, las zanahorias, la col, la piña de millo, unas ramas de perejil y las papas son como el fondo de armario del almorzar de cada día. Con frecuencia, alguna de estas fuentes de salud se sustituyen por otras más verdes, pero tan ricas como ellas. Unas veces, por un generoso manojo de berros y, otras, por uno o dos de acelgas. Para hacerlos más consistentes, sobre todo en invierno, hay quien les añade un puñadito de judías o de garbanzas. Las lentejas se reservan para mezclarlas sólo con el de calabaza y papas y, así, contar con una variante exquisita de los potajes más habituales. El agua, el chorretón de aceite de oliva y unos granos de sal gorda completan los ingredientes de un potaje a lo canario. Probablemente, a esta lista habrá que añadir todas las variaciones que, sin duda, tendrá cada isla. Incluso, alguno exclusivo. Por ejemplo, hace unos cuantos años, descubrí en la Gomera el de pantana fresca con cilantro y, desde entonces, estoy abonada a él en cuanto llega la temporada de la primera. Como remate a estas excelencias a base de verduras hay quien les añade, a la hora de comerlas, una hermosa cucharada, o dos, de gofio de millo, de trigo o mezclado. 

Al potaje suele seguirle un buen plato de pescado: sardinas, chicharros, viejas, atún o mero preparados a la plancha, en el horno o guisado. Para acompañarlos, además de unas papitas rosadas, bonitas o negras guisadas y arrugadas, una ensalada tradicional: lechuga, tomate, pimiento, pepino, zanahoria y aguacate, si es época de éste, y regada con un chorrito de vinagre, uno de aceite de oliva y un pellizco de sal fina. Si no hay pescado, el pollo, el conejo o el cabrito son las carnes más apreciadas por estos lares, aunque no se le hacen ascos a una buena chuleta de vaca o a un buen bistec de ternera. 

Como postre rey, uno o dos plátanos que, para variar, se suplen con cualquier otra fruta tropical de las que también y tan bien se dan por aquí: sandía, mango, papaya o piña ananás... Cuando se recurre al postre de factura casera, se cuenta con el frangollo, el quesillo o el bombón gigante (el mus de chocolate peninsular). Al igual que en los potajes, también en los postres tiene cada isla su especialidad: la quesadilla herreña, el bienmesabe palmero o la "torta vilana" gomera, por ejemplo. 

Este sería, a grande rasgos, el estilo habitual del almuerzo canario, aunque, hoy en día, es cada vez menos habitual. La potencia de los medios de comunicación que muestran otras culturas, la influencia de otras formas de hacer cocina por la presencia de quienes proceden de otros lugares, la formación de nuevos profesionales con nuevas ideas y nuevas materias primas hacen que lo tradicional vaya perdiendo su fuerza y su pureza. Además, la variedad de horarios laborales también ha obligado a comer fuera de casa, lo que contribuye a que sea muy difícil disfrutar de esos almuerzos tan típicos de nuestra tierra.
La recomendación de los expertos sobre que ingiramos, cada día, verdura y fruta variadas y abundantes, aceite de oliva, pescado diverso y carnes magras, a ser posible, es un verdadero lujo, dado el encarecimiento de todas estas materias primas, desde hace tiempo. Tanto si seguimos la dieta canaria como si lo hacemos con la mediterránea. Como dato muy reciente, sirva el de Junio pasado en nuestro archipiélago: el precio del kilo en frutas y verduras se triplicó, con respecto al que venían teniendo. Hoy, la prensa local habla de la subida del precio de los huevos, porque se reduce la producción al aplicarse la nueva normativa sobre el menor número de gallinas por granja y que, sin duda, repercutirá en una mejor calidad del producto final, pero que no estará al alcance de todos. 

Me temo que, con este panorama, muy pocas familias podrán cumplir con las recomendaciones de quienes velan por nuestra salud. La situación actual, por desgracia, propicia el consumo de alimentos más sujetos a lo químicamente peligroso y no recomendable. Mucho más baratos que los de procedencia natural y muy agradables para el paladar de un gran sector, aunque estén controlados por los organismos especializados. Si a todo esto le agregamos la falta de ejercicio físico frecuente y las costumbres sedentarias de pasar horas y horas ante un televisor, un ordenador o una play, se explica el aumento preocupante de la obesidad entre la población de todas las edades, pero mucho más entre los que tienen menos años. Obesidad que aporta complicaciones importantes en órganos y constantes vitales de cualquier ser humano. 

Para los que tienen dificultades económicas debe ser desalentador vivir la paradoja constante de saber que han de alimentarse saludablemente y no disponer de los medios indispensables para lograrlo. Sólo los que gestionan la marcha de los países tienen en sus manos la posible solución. Tanto en lo que afecta a sus ciudadanos más desfavorecidos como a los de otras naciones con muchas más carencias a todos los niveles. Ojalá podamos verlo algún día y, si no, que lo vean nuestros nietos, bisnietos o tataranietos.

4 comentarios:

  1. El potaje, el pescado, la ensalada, el arroz blanco, las papas guisadas, el cabrito, el conejo,la fruta, los huevos: nuestros alimentos de siempre. Cuando estuve en Portugal tuve la impresión de hacer un viaje a mi infancia. Me encanta el nombre de dieta atlántica. Esperemos que sí, que la solución esté más cerca de nosotros que de nuestros bisnietos.

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    1. ¡Y cuántos platos podemos preparar con ellos, ¿verdad, Lolina?!. Desde el arroz a la cubana, que nos trajeron los que emigraron a la gran isla caribeña, pasando por un conejo en salmorejo tan nuestro, hasta la universal tortilla española... por citar exquisiteces que, propias o apropiadas, nos hacen disfrutar preparándolas, primero, y comiéndolas, después. Y, si en ambas maniobras, contamos con buena compañía y buena bebida, ¡vivan el yantar y el libar!.

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  2. También no sé qué pasa pero no estoy encontrando papas, una de las bases de la dieta canaria y una de las reinas de la alimentación isleña. En mi Frutería de siempre no había sino chineguas inglesas esta semana. Me dijeron que se habían estropeado las papas con los calores, pero también me da que el sector papas no se está cuidando y que hay poco apoyo para nuestro campo.

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    1. Algo pasa en eso de las papas, porque hoy estuve en el mercado de Santa Cruz y sólo encontré las chineguas que citas y unas procedentes de Tegueste, que son las que suelo comprar últimamente, porque son las únicas del país que hay por allí. A pesar de su aspecto (están envueltas en bastante tierra) están muy bien para guisarlas o freírlas. También suelen verse las negras, pero a precios para bolsillos de ricos: a más de 5 € el kilo.
      ¿Te acuerdas cuando se decía que con gofio, papas y plátanos de la tierra, y un buen pan, nadie se moría de hambre? Me temo que, en estos tiempos, con la situación que vivimos y los precios que alcanzan esos tesoros (cada vez más escasos), sí que hay gente que puede pasar hambre. ¡Qué triste, ¿verdad?!.

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